jueves, 6 de agosto de 2009

CARTA ABIERTA AL SR. BIOLCATI

Me dirijo a usted a los efectos de hacerle llegar alguna de mis reflexiones sobre el discurso que pronunciara ayer en oportunidad de la inauguración de la Exposición anual en la Sociedad Rural.
No puedo menos que sentirme estupefacta: ha hecho usted un uso sesgado, parcial y maniqueo de la Historia, ha citado con impunidad verbal a nuestros próceres, ha omitido en esas citas datos que usted y el resto de los miembros de la Sociedad Rural conocen y barren prolijamente debajo de la alfombra.
Le solicito que me ilustre, dado que mi pobre formación intelectual no me permite desentrañar en qué textos o acciones de Belgrano y San Martín puede usted basarse para justificar las características que asume en nuestro país la distribución de la propiedad de la tierra y la matriz socioeconómica que de ella se deriva. Me los imagino retorciéndose en la tumba, una vez más. Cuando se refiere con nostalgia al país granero del mundo omite la mención al inestimable servicio que les prestó en aquel momento ese "Estado predador" que ahora denosta, para consolidar sus posiciones hegemónicas y enumero algunos: la "Conquista del Desierto" que no es otra cosa que el exterminio de los pueblos originarios para incorporar la Patagonia al mercado de tierras que fue repartido entre los cinco vivos de siempre; la Ley de Residencia, que permitía expulsar a los activistas políticos y sindicales, de modo tal de amaestrar la mano de obra; la subordinación de los intereses regionales al modelo de inserción al mercado capitalista internacional que le convenía a los terratenientes de la región pampeana y a la ciudad puerto. Disculpe el abruptísimo salto temporal, pero viniendo a unos 33 años atrás hicieron también buen uso de los servicios de ese Estado, que les entregó el Ministerio de Economía y exterminó de manera material y también cultural la resistencia que pudiera entorpecer el desarrollo de la república de las vacas y el trigo. Y ese Estado genocida que ustedes saludaron, les legó un país donde prima el individualismo y el temor al otro, trabajito rematado por los 10 años de menemato, donde oh, caramba, otra ayudita, la incorporación, mediante los buenos servicios del Ingeniero, de la soja transgénica. Definitivamente, el Estado argentino ha sido predador con ustedes. Por suerte el lunes empiezan las clases y les voy a plantear a mis alumnos y compañeros organizar una colecta de dinero (¡vaquita!) para contribuir con las alicaídas y paupérrimas arcas de los miembros de la honorable sociedad que usted preside, porque usted bien lo sabe, el pueblo argentino es solidario.
Pero sin duda, hubo un servicio muy importante, que usted conoce y ayer ha reeditado (no lo voy a aburrir con citas teóricas, si le parece lo invito a mis clases, siempre tengo "alumnos adoptivos") ese Estado que usted recuerda con nostalgia, construyó también una historia y un concepto de Patria a la medida de sus intereses y trabajó para convertir esa construcción en la ideología que permitió legitimar su condición de clase dominante, fundamentalmente a través de la educación.
Generaciones y generaciones de "argentinitos y argentinitas" han sido educados en el catecismo laico de una historia que explicaba los conflictos en términos de civilización vs. barbarie, y que nos metía en la cabeza que el campo y los militares, eran la Patria; composición tema la vaca mediante, no se debía preguntar quiénes se quedaban con esas riquezas que indudablemente produce el campo y mucho menos quién aporta el sudor que produce esas riquezas y qué reciben a cambio los que tiene las manos duras de trabajo. "El campo hace Patria". Sólo años de construcción ideológica pueden explicar que semejante nivel de vaguedad tenga un sentido. Los militares defienden a la Patria, ¡otra!
Cuenta usted hoy con un amplificador aún más potente y efectivo para continuar con dicha operación, los medios masivos de información, socios suyos en los negocios, se ocupan de producir y reproducir hasta el límite de lo burdo las consignas que ustedes enarbolan, y ninguno tiene la osadía de preguntarle, sencillamente, ¿cuántas hectáreas tiene? ¿Usted, cuánto gana? ¿Y cuánto ganan los peones que le trabajan la tierrita? Disculpe, siempre he sido una insolente incorregible...
Ha tenido una línea que me parece digna de mención, dijo usted que le daba vergüenza la pobreza, hace bien, a mí, escucharlo hablar de la pobreza y la exclusión a usted, me da vergüenza ajena.
El hecho de que desde el año pasado hasta acá ustedes se hayan ido mostrando cada vez menos pudorosamente, es revelador. Nos queda cada vez más claro qué es lo que se discute. Ustedes, señor Biolcatti, no discuten un gobierno, ustedes no discuten una medida impositiva, ustedes están golpeando la mesa y diciendo con claridad que el Estado debe volver a estar a su servicio. Y ese Estado debe garantizarles lo que en verdad ustedes están discutiendo, la apropiación de la renta, los márgenes de rentabilidad empresaria, y si no se los garantiza, es simple, lo incendian. Porque ustedes "son la Patria".
A sus numerosos amigos intelectuales, que se rasgan las vestiduras hablando de los males que aquejan a nuestros jóvenes, les decimos que no les quepa la menor duda: cuando nuestros pibes no quieren cantar el Himno, cuando no quieren ir a la Bandera, cuando no sienten interés por la Historia, es porque intuitivamente saben, que ciertos señores los condenan a la miseria desde antes de nacer, utilizando esos símbolos. Nosotros igual seguimos en la tarea inquebrantable de recuperar esos símbolos para el pueblo al que le pertenecen, seguimos construyendo otro sentido común que se enraíza en la historia profunda de las luchas de nuestro pueblo, y somos porfiados y resentidos, y hablamos de conflicto de clase, y decimos oligarquía, terrorismo de Estado, y proponemos memoria y justicia social y dibujamos en el pizarrón la distribución de la riqueza del año 49. Cuesta, como nos cuesta todo, pero no lo dude un instante, nosotros no claudicamos, erramos, descansamos, repensamos, pero no claudicamos. No podemos. Porque cuando ustedes se golpean el pecho henchido de orgullo reclamando por sus sacrificios a la Patria, nosotros sabemos que nos están disputando el plato de comida de nuestros hijos, que nos están rapiñando el vaso de leche de nuestros alumnos.
Quédese tranquilo, el mensaje es claro y hemos hecho acuse de recibo. Ya entendimos.
Cada vez que ustedes dicen república, cada vez que hablan de diálogo, de paz, de patria, de orden y de derechos, nosotros no tenemos más dudas.
Ustedes, vienen por todo. Vienen por la risa, las lágrimas y el aguinaldo. Vienen por las trenzas de las niñas y los triciclos, y la música que agita las caderas. Por los ladrillos y las manos que levantan casas y el fuego y las manos que construyen hogares. Todito, todo. Quieren el pasado, el presente y el futuro. Quieren robarnos el pan, la tierra y los sueños. Quieren nuestro sudor y el de nuestros hijos. Quieren que no amemos, que no abracemos, quieren decirnos qué pensar, qué decir, qué comer y cómo y cuándo y con quién sentir. Porque no soportan nuestras palabras, ni mucho menos nuestras ideas, porque nuestra intensidad los apabulla, nuestra entrega los empequeñece, nuestra alegría los embrutece. Quieren que empalidezcamos solos y muertos de frío, y mudos de tristeza y sin compartirnos, y sin ponernos en juego.
Nosotros lo sabemos. Quieren todo y nada alcanza.
Porque nada les alcanza para poder vivir sin miedo.
Paula Alajarin

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